AVÍO DEL ALMA

domingo, 10 de julio de 2016

UNA TRAGEDIA... DE LA QUE HAY MUCHO QUE APRENDER.


¡¡¡ TRAGEDIA EN UNA ESCUELA RURAL !!!
(Una actitud para aprender)

En los primeros años del siglo XX, en una pequeña escuela rural de Kansas, en Estados Unidos, había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un niño de ocho años, Glenn, tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente del edificio, más muerto que vivo. Su hermano Floyd, de diez años, había fallecido en el incendio. Glenn tenía quemaduras graves, sobre todo en sus piernas, y lo llevaron urgente al hospital.
En su cama, el niño horriblemente quemado y semiconsciente, oía al médico que le decía a su madre que seguramente su hijo moriría y que era lo mejor que le podía pasar, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.
Pero el valiente niño no quería morir. Y decidió que sobreviviría. Para gran sorpresa de los médicos, el niño sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablar en voz baja. Dado que el fuego había dañado sus extremidades inferiores, los médicos aconsejaron a la madre que había que amputarle las piernas, pues no había posibilidad de usarlas jamás, ya que sería un inválido. Pero su madre no lo permitió.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión: “Caminaría, costara el esfuerzo que costara”. Aunque desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida. Finalmente, le dieron de alta.
Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control… ni nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.
Cuando no estaba en la cama, para trasladarse tenía que usar una silla de ruedas.
Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día, en lugar de quedarse sentado, decidió tirarse de la silla. Cayó y se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas. Así logró llegar hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, y agarrado a un poste, logró ponerse de pie. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.
Empezó a hacer lo mismo todos los días. Fueron tantos que ya había hecho un surco junto al cerco. No había nada que deseara más, que darle vida a sus dos piernas.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre, a los masajes diarios, a su persistencia férrea y a su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar solo… para después… correr.
Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.
Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, ni de caminar, este joven determinado, llamado Glenn V. Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió la milla (1.609 mts.) más veloz en todo mundo!

Glenn V. Cunningham 
(4 de agosto de 1909 - 10 de marzo de 1988). Fue un corredor de fondo y atleta estadounidense considerado por muchos como el mejor corredor de una milla de su país de todos los tiempos. En 1933 recibió el premio James E. Sullivan, como el mejor deportista amateur en los Estados Unidos.
Cunningham marcó récords mundiales para la milla, los 800 metros y para los 1500 metros.
En 1934 estableció el récord mundial de la carrera de una milla y en 1936 el récord mundial en la carrera de 800 metros.
Participó en los Juegos Olímpicos de 1932 y 1936. En la final de 1.500 metros en Berlín, Cunningham superó el récord mundial pero fue derrotado por Jack Lovelock y recibió la medalla de plata.
Cunningham se retiró después que los Juegos Olímpicos de 1940 fueron cancelados, y  durante cuatro años fue director de educación física en la Universidad de Cornell en Iowa.


Llegó a ser llamado “El caballo de hierro de Kansas”.

Gracias a su actitud positiva y a su determinación logró lo que era imposible. Todo un ejemplo a seguir frente a nuestras derrotas y fracasos, para que jamás nos dejemos vencer y luchemos con optimismo.
En ocasiones ciertas tragedias nos pueden acobardar, pero hay ejemplos de personas que han sabido afrontarlas y de las que podemos aprender mucho.

Tres actitudes básicas en la vida:
1ª - CONFIANZA ABSOLUTA EN DIOS.
2ª – CONFIANZA EN TI MISMO/A.
3ª – PERSISTENCIA EN LA LUCHA.
Con estas tres actitudes, lograrás tus metas.




Si te ha gustado esta reflexión, compártela por Mail, Twitter, Facebook, o Pinterest, pinchando a continuación en COMPARTIR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario