¿ES USTED JESÚS?
Un grupo de vendedores fueron a una Convención de
Ventas. Todos
le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes
por la noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron
retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo
por los pasillos.
De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía
una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin
detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas
alcanzaron a subirse al avión. Todos menos uno.
Éste se detuvo, respiró hondo, y experimentó
un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas.
Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al
llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más
tarde, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin
detenerse.
Luego se regresó a la Terminal y
se encontró con todas las Manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue
enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era una niña ciega. La
encontró llorando amargamente y desconcertada por la situación. Tanteaba el
piso tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba,
vertiginosa, sin detenerse, sin importarle su desdicha.
El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas,
las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y
estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó
su cartera y le dijo a la niña: - “Toma, por favor, estos cien pesos por el
daño que hicimos. ¿Estás bien?"
Ella, llorando, asintió con la
cabeza. El continuó, diciéndole: - "Espero no haber arruinado tu
día". Conforme este señor empezó a alejarse, la niña le gritó: -
"Señor..."
Él se detuvo y volteó a mirar
esos ojos ciegos. Ella continuó: - "¿Es usted Jesús...?”
Él se paró en seco y dio varias
vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y
vibrando en su alma: "¿Es usted
Jesús?"
*
* * * *
Y a ti, ¿la gente te confunde con
Jesús? Porque ese es nuestro destino, ¿no es así? Tenemos que parecernos tanto a Jesús,
que la gente no pueda distinguir la diferencia. Parecernos tanto a Jesús,
conforme vivimos en un mundo que está ciego a su Amor, su Vida y su Gracia.
Si decimos que conocemos a Jesús,
deberíamos vivir y actuar como lo haría Él. Conocerlo es mucho más que citar
los Evangelios de memoria, e ir a la
Iglesia. Es, en realidad, vivir su palabra cada día.
Tú eres la niña de sus ojos, aún
cuando hayas sido golpeado por las caídas. Él dejó todo y nos recogió a ti y a
mí en el Calvario; y pagó por “nuestra fruta dañada.
¡Empecemos a vivir como si
valiéramos el precio que Él pagó! ¡Empecemos hoy!