Gemelos chilenos
que se salvaron de morir en un aborto, ahora son
sacerdotes
A inicios de 1984
una ecografía mostraba que en el vientre de la chilena Rosa Silva se gestaba un
bebé con tres brazos y dos cabezas. Los médicos insistieron en que se practique
un aborto, pero ella se negó
pues estaba dispuesta a recibir “lo que
Dios le mandara” y Dios no le envió un bebé con malformaciones sino hijos
gemelos, los hoy sacerdotes Felipe y Paulo.
Idénticos en cuerpo
y vocación, Felipe y Paulo Lizama siempre lo compartieron todo: la misma
educación, amistades, aficiones deportivas -jugaron y destacaron juntos en las
ligas menores del club Colo Colo- y una profunda fe. Sin embargo, que los dos
respondieran al llamado a la vida sacerdotal sorprendió a más de uno.
En una entrevista
concedida a ACI Prensa, los ahora Padres Felipe y Paulo narraron la
estremecedora historia de su nacimiento. Sus padres Humberto Lizama y Rosa
Silva, eran paramédicos y ya tenían a su hermana Paola, entonces de cuatro
años, cuando Rosa resultó nuevamente embarazada.
La familia vivía en el pueblo Lagunillas de
Casablanca en Valparaíso, Chile. Cumpliendo su labor de paramédica, Rosa -que
desconocía su gestación- se expuso a los rayos x en un procedimiento. Por ello,
en cuanto supo de su estado, se realizó su primera ecografía.
El médico le
advirtió que veía “algo raro”, le dijo que “la guagua (el bebé) viene con tres
brazos y los pies están algo enredados”, y además “tenía dos cabezas”, según
relata Paulo.
Aunque en Chile se
permitía entonces el aborto por razones “terapéuticas” y los médicos le dijeron
que su vida corría peligro en una gestación tan extraña, Rosa se opuso a esta
práctica y les dijo que aceptaba lo que “Dios mandaba”.
“El Señor obró y
produjo un embarazo gemelar, no sé si el médico se equivocó“, asegura Felipe
y Paulo agrega que “siempre pienso con
especial cariño y ternura en el corazón de mi mamá que daba su vida por mí, por
nosotros”.
Los hermanos Lizama
nacieron el 10 de setiembre de 1984. Primero nació Felipe y como no se
desprendía la placenta, los médicos sugirieron a la madre realizar un raspaje,
pero ella no aceptó porque ella sentía que otro niño estaba por venir. Paulo
nació 17 minutos después.
“Este último
episodio es muy significativo para mí, los médicos introducirían unos
utensilios para sacar la placenta que demoraba en salir. Mi mamá sabía que yo
estaba ahí. Me demoré pero salí”, si le hacían el raspado “lo más probable es
que me hubieran dañado gravemente”, expresó Paulo.
Los gemelos conocieron la historia de su nacimiento
cuando cursaban el sexto año de formación en el Seminario. “Sin duda la
sabiduría de la mamá y su corazón permitieron que en el momento oportuno nos
enterásemos de tan hermoso acontecimiento”, afirma Paulo.
Siempre había
pensado que la vocación al sacerdocio venía desde la adolescencia pero
después se dio cuenta que su vocación sacerdotal, Dios la gestó desde siempre y fue posible gracias al sí de su mamá.
“¿Cómo no defender la vida? ¿Cómo no predicar al Dios
de la vida?
Este acontecimiento potenció mi vocación, le ha dado una vitalidad específica
y, por lo mismo, me he podido entregar existencialmente a lo que he creído. Estoy convencido de lo que creo, de lo que
soy y de lo que hablo, claramente por Gracia de Dios”, agregó.
El
llamado al sacerdocio
La infancia de los
hermanos Lizama transcurrió entre el estudio, la formación católica de casa,
las catequesis en la capilla del pueblo y la pasión
por el fútbol.
Desde pequeños
“íbamos a Misa los domingos y éramos llevados a la
oración del mes de María, que en Chile se celebra en noviembre”.
Recibieron la Primera Comunión, pero por jugar al fútbol
dejaron de ir a Misa.
La separación de sus padres marcó sus vidas y tomaron
la decisión de dejar el fútbol. Entonces tenían 16 años de edad.
En este momento de dolor por la ruptura familiar, los
Lizama comenzaron a participar más activamente en la parroquia “Virgen de Nuestra
Señora de las Mercedes” de Lagunillas, donde se prepararon para recibir el
sacramento de la Confirmación.
Para Paulo
participar en un grupo parroquial significaba nuevos amigos y tener algo que
hacer el fin de semana. “No tenía bien arraigadas mis convicciones en Dios y en
la pureza del sacramento”, afirma y recuerda que en “una adoración al
Santísimo, entré a la Iglesia, cantos
gregorianos, la custodia, el incienso, el silencio, el Señor. Me dije esto es
para mí”.
Felipe por su
parte, desarrolló un “gustito” por las cosas de Dios al conocer más la
Iglesia desde dentro, así como “la figura cercana de un sacerdote, el P.
Reinaldo Osorio, quien fuera el formador del Seminario, al que después
asistieron.
“Dios me estaba
llamando. Me di cuenta que era en Dios y en las cosas de Dios donde yo era
feliz, no hubo lugar a dudas: quería ser sacerdote”, explicó.
Pese a su estrecha relación, no comentaron estas
inquietudes vocacionales el uno al otro. “No sé quién de los dos sintió primero el
llamado. Creo que Dios hizo muy bien las cosas, para salvaguardar la libertad
en la respuesta. (…) Si yo consideraba el sacerdocio como una realidad posible,
que llenaba mi corazón ¿por qué mi hermano no podría hacerlo también?”, recuerda
Paulo.
A los 18 años de
edad terminaron la escuela e ingresaron el 8 de marzo de 2003, al Pontificio
Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez.
Para la familia no fue fácil aceptar
esta decisión doble. Sin embargo, al terminar el primer año de formación la
actitud de Rosa cambió. “Mi mamá me confesó que estaba tranquila porque nos
veía contentos”, asegura Felipe.
Los gemelos fueron ordenados diáconos en septiembre de
2011 y el 28 de abril de 2012 fueron ordenados sacerdotes por el Obispo de
Valparaíso, Mons. Gonzalo Duarte García. Ese mismo día, los gemelos celebraron
su primera Misa juntos en su parroquia de origen “Nuestra Señora de las
Mercedes” en Lagunillas. Felipe presidió y Paulo concelebró.
Dirigiéndose a los
jóvenes que descubren el llamado del Señor para seguirlo más de cerca, el Padre
Felipe explica que “Dios no juega con
nosotros. Quiere que seamos felices y el sacerdocio una vocación hermosa y que
nos hace plenamente felices”.
El Padre Paulo
agrega que seguir a Jesús no es fácil pero es hermoso. “Jesús, la Iglesia y el Mundo nos necesitan. Pero no necesitan a
cualquier joven: necesitan a jóvenes empoderados de la Verdad de Dios, de modo
que su vida misma transparente vida, la sonrisa muestre esperanza, la mirada
muestre fe y sus acciones muestren amor”, afirma.
(Testimonio extraído
de ACI).
FELI, al haber escuchado antes de la misa tus palabras de ayer 21/08/16 y haber recibido tu mensaje de la CINTA AMARILLA-MISERICORDIA,en Itatí, me ha llegado el mensaje y esta nota me dio mucha alegría, he traído cintas llaveros y los repartiré entre mis Hijos y Amistades, sinceramente me gustaron tus palabras porque al hacerlo en ese tono y en criollo a más de uno les ha removido la conciencia, hasta nuestro próximo encuentro dentro de un mes como es habitual mi visita a la casa De Dios y de la Virgen María a quien doy Gracias Todos los días.Como dato somo aquellos sentados en primera fila a tu izquierda en el templo. Bendiciones para Tí y toda la Familia Sacerdotal de la Basílica.
ResponderEliminarFELI, seria interesante que agregues a tu blog, el botón SEGUIDORES, de esa manera será mas rápida tu comunicación.
ResponderEliminarGracias José Mario. Me alegro que mi humilde Ministerio siga siendo útil al Pueblo de Dios. Y Gracias por compartir la iniciativa. Seguro que eso va a servir para seguir moviendo corazones allí donde yo no llego. Mi eslogan es que "todos somos evangelizadores".
ResponderEliminarTomo nota de tu sugerencia y ya la he aplicado.
Que Dios les siga bendiciendo a Ustedes. Un abrazo fraterno.
Feli, te he enviado tambien un mail a tu correo, espero puedas leerlo y obtener una repuesta, Un saludo cordial.
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