AVÍO DEL ALMA

miércoles, 8 de enero de 2020

EL CIRCULO DEL 99



EL CÍRCULO DEL 99
Jorge Bucay



Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.

Un día, el rey lo mandó a llamar.
-        Paje –le dijo— ¿cuál es el secreto?
-        ¿Qué secreto, Majestad?
-        ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
-        No hay ningún secreto, Alteza.
-     No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
-        No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
-        ¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué?
-       Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?
-   Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar – dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
-   Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...
-        Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!

El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.

-        ¿Por qué él es feliz?
-    Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
-        ¿Fuera del círculo?
-        Así es.
-        ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
-        No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
-        A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
-        Así es.
-        Y él no está.
-        Así es.
-        ¿Y cómo salió?
-        ¡Nunca entró!
-        ¿Qué círculo es ese?
-        El círculo del 99.
-        Verdaderamente, no te entiendo nada.
-   La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
-        ¿Cómo?
-        Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
-        Eso, obliguémoslo a entrar.
-    No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
-        Entonces habrá que engañarlo.
-     No hace falta, Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solito, solito…
-      ¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
-        Sí, se dará cuenta.
-        Entonces no entrará.
-        No lo podrá evitar.
-   ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
- Tal cual, Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
-        Sí.
-  Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
-        ¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?
-        Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
-        Hasta la noche.

Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
“ESTE TESORO ES TUYO. ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE. DISFRÚTALO Y NO CUENTES A NADIE CÓMO LO ENCONTRASTE”.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.

Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró en su casa. Desde afuera escucharon la tranca de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.


El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.

Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas: Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: 9 monedas!


Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
-        ¡Me robaron –gritó— me robaron, malditos!

Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro, “sólo 99”.
“99 monedas. Es mucho dinero”, -pensó-. “Pero me falta una moneda”.
Noventa y nueve no es un número completo –pensaba—. Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes… El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.

¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo.

Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
“Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender...
Vender...
Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.

El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99...
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.

Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de malas pulgas...
-                    ¿Qué te pasa? – preguntó el rey de buen modo.
-                    Nada me pasa, nada me pasa.
-                    Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
-                    Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué quería su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
                                * * * * * * * * *


Cuando hablo con algunas personas me acuerdo de este cuento del rey y el sirviente. Tú y yo y todos nosotros hemos sido educados en esta estúpida ideología: Siempre nos falta algo para estar satisfechos, y creemos que sólo satisfechos se puede gozar de lo que se tiene. Nos enseñaron que la felicidad deberá esperar a completar lo que falta... Y como siempre nos falta algo, vivimos sin gozar de la vida...

Pero que pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así de golpe, que nuestras 99 monedas son el cien por cien del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que ésta es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que tiremos del carro, cansados, malhumorados, infelices y resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual... ...eternamente igual!

Cuántas cosas cambiarían si pudiésemos disfrutar de nuestros tesoros tal como están. Pero ojo, reconocer en 99 un tesoro no quiere decir abandonar los objetivos, no quiere decir conformarse con cualquier cosa. Porque, aceptar es una cosa y resignarse es otra.

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martes, 24 de diciembre de 2019

NO TE METAS EN MI VIDA



¡¡¡NO TE METAS EN MI VIDA!!!


Hoy que estoy profundizando mis estudios teológicos en la Familia, sus valores, sus principios, sus riquezas, sus conflictos, recordaba una ocasión en que escuché a un joven gritarle a su padre:
-      “¡¡NO TE METAS EN MI VIDA!!”
Ésta frase caló hondamente en mí, tanto, que frecuentemente la recuerdo y comento en mis conferencias para padres e hijos. ¿Si en vez de sacerdote, hubiese optado por ser padre de familia, qué le respondería a mi hijo, si él me hiciera esa pregunta?
Y pensando, ésta podría ser una respuesta:

- “¡Hijo, un momento, no soy yo el que me meto en tu vida, tú te has metido en la mía!”
Te lo explico para que lo entiendas:
“Hace muchos años, gracias al profundo amor que mamá y yo nos tenemos, Dios permitió que llegaras a nuestras vidas y ocuparas todo nuestro tiempo. Antes de que nacieras, mamá se encontraba mal, no podía comer, y además debía guardar reposo, así que yo, tuve que encargarme de las tareas de la casa, además de mi trabajo. Los últimos meses, antes de que llegaras a este mundo, mamá no podía dormir y tampoco me dejaba dormir a mí.
Antes de nacer los gastos aumentaron increíblemente, tanto que gran parte de nuestro salario se gastaba en ti, en el médico que atendía a mamá, en medicamentos y en comprarte lo mejor. Mamá quería comprarte todo lo que veía para bebes, las mejores prendas, y lo más lindo. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Llegó el día en que naciste y compramos un recuerdo para regalar a todos aquellos que vinieran a conocerte.
Desde la primera noche no dormimos. Cada tres horas como si fueras un reloj nos despertabas para que te diéramos de comer, otras veces te sentías mal y llorabas todo el tiempo, sin que nosotros supiéramos que hacer, pues no sabíamos qué te sucedía y hasta llorábamos contigo. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Comenzaste a dar los primeros pasos y tuvimos que estar detrás de ti todo el tiempo, ya no podíamos sentarnos tranquilos a leer el periódico, a ver una película, ni podía ver el partido de mi equipo favorito, porque para cuando menos lo esperaba, te perdías de mi vista y tenía que salir tras de ti para evitar que te lastimaras. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Todavía recuerdo el primer día que fuiste a la escuela. Tuve que llamar al trabajo y decir que no podía ir, porque tuve que acompañarte al colegio y estar contigo. Tú no querías entrar, llorabas y me pedías que no me fuera, tuve que pedirle a la maestra que me dejara estar a tu lado, hasta que tomaras confianza.
A las pocas semanas ya no me pedías que no me fuera, y unos pocos días mas tarde, hasta te olvidabas de despedirte cuando bajabas del auto corriendo para encontrarte con tus amiguitos.
Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Seguiste creciendo y nos pedías que te lleváramos al lugar en que te reunías con tus amigos, y que te dejáramos y te recogiéramos unas calles antes. Eras demasiado moderno y no se cuantas cosas más. No querías llegar temprano a casa, te molestabas que te pusiéramos límites o reglas, no podíamos hacer comentarios acerca de tus amigos, sin que te volvieras contra nosotros, como si los conocieras a ellos de toda la vida y nosotros fuéramos unos "desconocidos" para ti. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Cada vez sé menos de ti, y lo que sé, es a través de los demás, ya no quieres hablar conmigo, dices que siempre te estoy regañando. Todo lo que yo hago está mal y te burlas de mí. Y yo me pregunto, ¿Cómo con tantos defectos he podido darte todo lo que tienes? Mamá se queda despierta y no me deja dormir preguntándome si has llegado a casa, diciéndome que es muy tarde y que tu celular está desconectado, que ya son las 3:00 de la mañana y no has llegado. Solo cuando te oye entrar en casa y cerrar la puerta de tu habitación, podemos dormir. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?
Te aburre hablar con personas como nosotros, que no entienden el mundo de hoy, por eso sólo me buscas cuando hay que pagar algo, necesitas dinero para la universidad, o para tu diversión. Y tú, me dices: ¿NO TE METAS EN MI VIDA?

¡Hijo, yo no me meto en tu vida… eres tú quien te has metido en la mía, y te aseguro que no me arrepiento de que lo hayas hecho y la hayas cambiado para siempre!
Mientras esté vivo, me meteré en tu vida, para ayudarte, para formarte, para amarte y para hacer de ti una persona de bien.Además si no lo hago yo, otros se meterán en tu vida y esa es una responsabilidad que me corresponde a mí.
¡Sólo los padres que saben como meterse en la vida de sus hijos logran hacer de éstos, hombres y mujeres que triunfen en la vida y sean capaces de amar y ser amados!”
“La paternidad no es un capricho o un accidente, es un don de Dios, que nace del Amor”
       Hijos del mundo entero: Empiecen a valorar a sus padres, porque a pesar de no ser perfectos, se esfuerzan y se sacrifican por ustedes, porque los aman y darían su vida por ustedes, si fuera necesario. Porque lo único que quieren es que sean felices y triunfen en la vida, para que lleguen a ser grandes personas con grandes valores.

       ¿Qué tal si empiezas hoy mismo dando las gracias a tu padre y a tu madre por haber dejado meterte en su vida?


domingo, 17 de noviembre de 2019

EL MEJOR MAIZ



EL MEJOR MAIZ




Había una vez un granjero que cultivaba en sus campos el mejor maíz. Cada año presentaba su maíz en la feria estatal de cereales, y su maíz siempre ganaba el primer premio, siendo galardonado este agricultor con el premio: “MAÍZ DEL AÑO”. Entraba con su maíz en la feria y salía con la faja azul recubriendo su pecho. Su maíz era cada vez mejor.
Un año, un reportero de un periódico lo entrevistó, con intención de conocer la estrategia del agricultor para cultivar el maíz ganador. Se acercó al agricultor y le dijo:

-      Usted lleva varios años siendo galardonado con el primer premio al mejor maíz del año. ¿Tendría Usted algún inconveniente en revelarnos cómo hace para que su semilla resulte galardonada año tras año?

El agricultor sonrió y muy amablemente le respondió al periodista:

-      El secreto es muy sencillo. Cuando mis vecinos vienen a buscar semillas para sus campos, yo siempre les vendo de las mejores semillas de mi cosecha.

El periodista sorprendido volvió a preguntar:

-      ¿Cómo puede permitirse el lujo de compartir sus mejores semillas de maíz con sus vecinos, cuando están compitiendo con las suyas cada año?


-      ¿Por qué? ¿No sabe usted? - dijo el granjero -. El viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo. Si mis vecinos cultivan maíz inferior, la polinización cruzada degradará de manera constante la calidad de mi maíz. Si quiero cultivar buen maíz, debo ayudar a mis vecinos a cultivar maíz bueno también.

REFLEXIÓN

Así sucede con nuestras vidas:

·         Los que quieren vivir de manera significativa deben ayudar a enriquecer las vidas de los demás, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca.

·         Aquellos que escogen estar en paz, deben hacer que sus vecinos estén en paz.

·         Aquellos que quieren vivir bien, tienen que ayudar a los otros para que vivan bien.

·         Aquellos que quieren ser felices, tienen que ayudar a los otros a encontrar la felicidad, pues el bienestar de cada uno está ligado al bienestar de todos.

·         "Para tratar contigo mismo, usa la cabeza. Para tratar con los otros, usa el corazón".

·           El hecho es que en comunidad y en nuestra vida, nuestros exitos están en funcion de la bendicion que recibimos por bendecir a otros, aun compartiendo pequeñas semillas.