Tras ser drogada y violada por varios hombres quedó embarazada;
no
abortó y hoy su hijo es cura
P. Alfar Antonio Vélez, de Colombia
Hace 42 años su madre quedó embarazada tras ser drogada y violada por sus jefes y compañeros de trabajo en una fiesta en Medellín (Colombia).
DIOS ESCRIBE DERECHO
SOBRE REGLONES TORCIDOS...
CUANDO NOSOTROS
LE PERMITIMOS QUE ESCRIBA.
Por
primera vez, el padre Alfar Antonio Vélez cuenta su conmovedora
historia. Hoy es un sacerdote ejemplar, a cargo de dos parroquias en
Comodoro Rivadavia.
Ella
era una
joven de condición humilde, buena y bonita,
llena de ilusiones a sus 27 años, allá por 1968. Había dejado su
pueblo, Argelia de María, en la provincia colombiana de Antioquia,
para ir a su capital, Medellín, a cursar la carrera de medicina.
La
violaron sus compañeros de trabajo.
Trabajaba
duro en una empresa para costearse los estudios. Sola en la ciudad,
iba relacionándose, buscando hacer
amistades en su círculo más cercano.
Por eso, un día aceptó inocentemente la invitación a una fiesta
que le hicieron sus jefes y compañeros de oficina. Fue una
decisión
con consecuencias horrorosas. Esos mismos jefes
y compañeros le habían tendido una trampa: en la fiesta la
drogaron, luego
la llevaron a un sitio apartado y -borrachos- la
violaron repetidamente.
Como consecuencia de ello quedó embarazada.
Decidió
no abortar por sus convicciones
Fiel
a sus convicciones, asentadas en una profunda religiosidad, decidió
no abortar y salir adelante.
Así es que dio a luz a Alfar Antonio, que con el tiempo conocería
su tan traumática concepción y se sobrepondría apelando también a
la fe. Una fe creciente que lo
llevaría a descubrir su vocación sacerdotal,
ordenarse y llegar a ser el mayor orgullo de su madre.
A
cargo de dos parroquias
Llevado
por su carisma misionero, el hoy padre Alfar Antonio Vélez vive
desde hace unos años en Comodoro Rivadavia, en la provincia de
Chubut, donde tiene a su cargo dos parroquias (San Jorge y Santa
María Goretti), siendo muy valorada su labor religiosa por sus
superiores.
Testimonio
contra el aborto
A
raíz del reciente fallo de la Corte que – al interpretar el
artículo 86 del Código Penal- determinó que todos los
abortos por violación
-no sólo los de una mujer insana- son "no
punibles",
decidió abandonar su discreción y contar por primera vez, ante el
pedido de Valores Religiosos, su conmovedor caso.
-
¿Cuándo y cómo se enteró de algo tan dramático?
-
Primero debo decirle que la familia de mi mamá era muy moralista y
que, cuando se enteraron de que había quedado embarazada, la
obligaron a casarse con un viudo para tratar de tapar todo.
Pero ese matrimonio no funcionó porque, cuando volvió a quedar
embarazada, su marido empezó a tener una doble vida, además de que
la golpeaba y se
emborrachaba.
Como sus padres la presionaban para que no se separara, decidió
seguir con su marido y el hijo de ambos, pero para
sobrellevar tanta adversidad me entregó a mi abuela.
-
¿Y entonces?
-
Mi abuela empezó a darme todo lo que necesitaba: alimentación,
llevarme a la escuela ... y yo fui abriéndome paso un poco por mi
cuenta. Ello provocó una relación de cierta distancia con mi madre
que, al final, no pudo vivir más con su marido y le tocó sola salir
adelante con mi hermano. Un día, como mi abuela me pedía que le
diga papá a mi abuelo, le pregunté cómo podía ser
él mi abuelo y mi papá a la vez. Ello provocó una reunión con mi
madre, que me
contó lo que le había pasado.
Que mucha
gente quería que me abortara, otras que me vendiera y otras que me
regalara.
Y que, incluso, había mucha gente interesada en mí.
-
¿Por qué ella no quiso abortar? ¿No temía que su maternidad fuese
muy traumática?
-
Mi madre era una
mujer de mucha fe, muy practicante y muy santa.
Ella decía que, pese a las tan terribles circunstancias, llevaba en
su seno el
milagro de una nueva vida, una vida que Dios le había dado
y que, por sus convicciones, no podía abortar. Y que si
Dios se la había dado debía encontrarle el sentido.
Para ella lo más duro era no poder mostrarme un padre que me amara,
que me enseñara a caminar, pero lo sobrellevaba sintiendo que yo la
llenaba totalmente. Y que, tarde o temprano, sería su bastón. De
hecho, los tres años que vivió conmigo a raíz de una larga
enfermedad hasta su muerte, en 2009, fueron para ella los años más
bellos de su vida.
-
¿Cómo fue su reacción cuando se enteró? ¿Qué edad tenía?
-
Para mí fue muy duro. Tenía apenas 10 años. Reaccioné
con mucha severidad contra mi madre.
Con el paso del tiempo y de una vida muy triste, fui a la iglesia a
reclamarle a
Dios, a preguntarle por qué a mí.
Como yo le hablaba a los gritos, vino un sacerdote y me dijo que
estaba formulando mal la pregunta: "No
es por qué, sino para qué",
señaló. Que creía que Dios, precisamente a raíz de mi situación,
me estaba llamando para cosas grandes. En fin, me dijo que Dios
escribe derecho sobre renglones torcidos
y que iba a ser un instrumento de El. Y me leyó el pasaje de
Jeremías, donde Dios lo llama, pero este se resiste y el Señor le
dice: "No
te preocupes, yo haré todo por ti".
-
¿A partir de entonces su vida dio un vuelco?
-
Si, aquella charla me marcó. Ese sacerdote terminó siendo como un
padre. Y fue construyendo en mí la obra de Dios porque el
Señor se vale del hombre para salvar al hombre.
Empecé a valorar la vida, a integrarme a personas de bien que
valoraban mi esfuerzo para superar la situación. Llegué a ser
catequista sin darme cuenta de que Dios
me estaba preparando para elegir el sacerdocio.
Alcancé a tener una novia, aunque la relación no fue realmente
seria, hasta que decidí ir al seminario, hablé con el director
espiritual y terminé confirmando mi
vocación religiosa. Comprendí
que Dios había querido que mi mamá no abortara porque confiaba en
mí
y anhelaba que, aunque fuese fruto de un pecado muy grave, sea su
instrumento para llegar a tantas partes con su luz, su gracia y su
amor.
-¿Tuvo
asistencia psicológica?
-
No. Sólo religiosa, y la amistad muy grande que entablé con todos
los sacerdotes de la parroquia.
-
¿Qué le diría a su padre si tuviera ocasión de encontrarse con
él?
-
Sólo lo abrazaría. Y le daría gracias a Dios por ser mi verdadero
padre y darme la oportunidad de vivir, pues sé que los padres de
este mundo son una especie de boceto, un borrador. Padre,
lo que se dice padre, solo es Dios.
-
¿Cuál sería su mensaje a la sociedad sobre la punibilidad o no del
aborto en caso de violación?
-
Que volvamos a leer el Génesis, donde dice que Dios tomó barro,
hizo al hombre y le insufló aliento de vida. Dios nos creó a su
imagen y semejanza. Mi respiración es la respiración de Dios. Somos
lo más bello del mundo.
Entonces, no
tenemos derecho a quitarle la vida a ningún inocente
porque no tiene la culpa de cómo vino al mundo. La culpa las tenemos
aquellos que, de pronto, nos equivocamos y no hacemos la voluntad de
Dios.
-
¿Y qué palabra tendría para una mujer que fue violada?
-
Le diría que Dios es el dueño de la vida y que a ella la hizo
instrumento de vida. Que la
culpa la tiene el violador, no el niño que lleva en su seno.
Creo que la decisión de abortar se acabará cuando pensemos que toda
vida es un regalo de Dios,
más allá de cómo fue concebida, del dolor, o de la alegría. El
sabe por qué y con el tiempo uno va descubriendo el para qué.
-
¿No puede llegar a ser una carga terrible para la madre?
-
Para mi madre
fue su máximo orgullo haber defendido la vida.
Y su máxima satisfacción y alegría fue haber visto en mí a un
hombre de bien para la sociedad. Ella
pensaba acerca de cuántos hombres y mujeres de bien se privó la
sociedad por el aborto.
- ¿Qué hubiera sido de usted
sin su fe? - Siempre
digo que la
fe es lo más valioso que tenemos.
Y que -aunque perdamos todo- no la podemos perder. Dios
se vale de mí para hacer obras; yo soy solo su instrumento. Y
si Él quiere que mi testimonio ayude a hacer recapacitar a una
persona y salve una vida, entonces esta entrevista habrá valido la
pena.