martes, 6 de enero de 2015

EL REGALO DE LOS REYES MAGOS

   EL REGALO DE LOS REYES MAGOS


          

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta, en voz algo baja, como con miedo, le dijo:

- ¿Papá?

- Sí hija, cuéntame.

- Oye quiero...que me digas la verdad

- Claro hija. Siempre te la digo-, respondió el padre un poco sorprendido.

- Es que...- titubeó Cristina.

- Dime hija, dime.-

- Papá ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

- ¿Y tú qué crees, hija?

- Yo no sé, papá, que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen, porque tú no me engañas, pero como las niñas dicen eso...

- Mira hija efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…

- ¿Entonces es verdad?- , cortó la niña con los ojos humedecidos. - ¡Me habéis engañado!

- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen,- respondió el padre agarrando con sus dos manos la cara de Cristina.

- Entonces no lo entiendo papá.

- Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla,- dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

“Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

- ¡Oh, sí!- exclamó Gaspar.- Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría comentó:

- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo.

El Niño Jesús que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento sonrió, y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

      - Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

- ¡Oh, Señor!- dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.- Necesitaríamos millones y millones de siervos, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero... no podemos tener tantos siervos... no existen tantos.

- No os preocupéis por eso - dijo Dios - yo os voy a dar, no uno, sino dos siervos para cada niño que hay en el mundo.

- ¡Sería fantástico! Pero… ¿cómo es posible? - dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.

- Decidme, ¿no es verdad que los siervos que os gustaría tener, deben de querer mucho a los niños?- preguntó Dios.

- Sí claro, eso es fundamental - asintieron los tres Reyes.

- Y, ¿verdad que esos siervos deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un siervo - respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

- Pues decidme, queridos Reyes, ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron, asintiendo, y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros siervos, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que, gracias a los Tres Reyes Magos, todos son más felices. 

2 comentarios:

  1. Muy dulce la historia, sin perder la candidez. Me encantó su ternura...

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