PARA
QUE NO SE TE SUBAN
LOS
HUMOS… A LA CABEZA
En
una pequeña aldea vivía un mendigo muy conocido por todos sus habitantes por su
asombrosa capacidad para dar consejos y ayudar a las personas.
El
mendigo, sólo pedía la voluntad por ofrecer sus sabias palabras a los
habitantes del pueblo. Tal llegó a ser su fama que el Rey, sorprendido por lo
que le contaban, decidió visitarlo y pedirle consejo.
Tras
visitarle, el Rey quedó muy satisfecho con los consejos del mendigo y le pidió
que le acompañase al palacio para que pudiese ayudarle en las tareas de cada día.
El mendigo accedió y se marchó a vivir al suntuoso palacio.
Cada
día que pasaba, el Rey se mostraba más satisfecho con la ayuda del mendigo,
hasta que decidió prescindir de todos sus consejeros.
Uno
de estos consejeros, resentido por la decisión del Rey, decidió espiar al
mendigo para descubrir de dónde le venía su capacidad para aconsejar tan
sabiamente.
Para
su sorpresa, descubrió que el mendigo abandonaba el palacio al atardecer y
volvía a él antes de que amaneciese.
Un
buen día decidió seguirlo para ver qué hacía durante esas horas que se
ausentaba del palacio.
Sorprendido
vio como el mendigo se dirigía al anochecer a una cabaña que se encontraba a
las afueras del palacio. Ahí, el mendigo se despojaba de sus ricos ropajes y se
volvía a poner sus antiguos harapos. Luego se acostaba en el suelo sobre un
lecho de paja. Por la mañana, el mendigo se volvía a poner sus ricas
vestimentas y volvía a palacio.
El
consejero, muy curioso, se dirigió al mendigo y le preguntó:
- “Mendigo,
¿cuál es el motivo por el que te despojas de tus ropas para volver a ponerte
tus harapos y duermes sobre el duro suelo pudiendo dormir sobre un lecho cómodo
en el palacio?”
- “Muy
sencillo” - le contestó el mendigo -. “Para no olvidarme nunca del lugar de dónde
vengo”.
REFLEXIÓN
Las
personas, con el pasar de los años y el progreso que vamos logrando, corremos
el riesgo de olvidar nuestros orígenes. Y eso
no es bueno.
Todos
nacemos desnudos, y el vestido que nos ponen de mortaja no lo vamos a
poder lucir después de nuestro entierro.
En la vida es bueno avanzar y progresar. Pero esto nunca debe hacernos olvidar nuestros orígenes.
La
verdadera humildad consiste en saber que no
soy ni más, ni menos que nadie. Y agradecerle a Dios por todo lo que puedo
lograr, sin dejar de esforzarme para que los demás también progresen.
¡¡¡
Que tengas un feliz día !!!
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