Más autolesiones en jóvenes por el “efecto llamada” de algunas
webs
La Fundación Anar de
ayuda a niños y adolescentes ha detectado que se han triplicado en los últimos
años como una "llamada de auxilio"
No hacen falta armas sofisticadas para
autodestruirse. Los objetos domésticos o de material escolar
pueden convertirse en una herramienta cotidiana y accesible para
las autolesiones, una práctica que se ha triplicado entre los
adolescentes, según denuncia la Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en
Riesgo (Anar).
Esta práctica es descrita por la Fundación como
"una llamada de auxilio",
una forma del menor de trasladar sus emociones al plano físico, un síntoma de
un problema mayor que no saben expresar.
La psicóloga y responsable de la Formación de
Anar, Luisa Fernández Yagüe, quiso
mandar un "mensaje de alerta": "Estamos muy, muy, muy asustados por el aumento de autolesiones en
adolescentes". En cifras, las
llamadas al teléfono Anar
-de ayuda al menor y
adolescente- se triplicaron en 2015 respeto al año anterior: de
344 llamadas a 832, según ha explicado durante uno de los cursos de verano de
la UIMP en Santander.
"Son llamadas
en las que (los
jóvenes) nos cuentan algún problema, y
al preguntarle cómo lo gestionan, dicen "me corto". Sin buscarlo, al
hacer esta pregunta nos salta a la cara el recurso a la autolesión, y de esto a
la ideación de suicidio hay un paso", señala la psicóloga. "Nos
asusta porque se está poniendo de moda, se vuelve viral y hay
miles de páginas donde explican cómo hacerlo, dan instrucciones, de las que tenemos
que alertar a la Unidad de Delitos Tecnológicos para que las retiren".
Los celulares de
última pueden ser un agravante,
según denuncia en declaraciones a EL MUNDO la subdirectora del Teléfono Anar, Diana
Díaz: "Los celulares
amplifican los problemas; hablamos de adolescentes o niños preadolescentes, con
10 o 12 años, a los que ya les están regalando dispositivos
avanzados y que no tienen el criterio para discriminar los contenidos", sentencia, mientras que Fernández
Yagüe insta a facilitar a los niños "celulares para comunicarse",
pero más básicos.
La ponente reproduce las razones que los propios
adolescentes dan a la hora de explicar esta práctica: "Le preguntas ¿para
qué lo haces?, y responden: 'Para sentirme que estoy vivo, para
no sentir anestesia, porque es
la única forma que tengo de expresar el sufrimiento'".
Este razonamiento implica que "se van al dolor físico para expresar el
dolor emocional".
Díaz sostiene que lo
hacen para expresar emociones como rabia, ira o soledad; unido
a "las dificultades para expresarse, les lleva a autolesionarse como una manera de aliviar momentáneamente esa ansiedad
y esas emociones desagradables". La razón final es la
"sensación subjetiva de soledad", asegura Díaz, una "soledad
acompañada, donde ellos sienten que sus emociones no son tenidas en cuenta y
sus problemas cotidianos no son vistos".
Esta situación, según Fernández Yagüe, trasluce
un "fallo grandísimo" en la
ayuda emocional que dan los padres, que tienen dificultades en reconocer
las emociones del niño: "Cuando vemos a un bebé que hace pucheros, le
preguntamos qué le pasa, sus emociones se ven en nuestro espejo", relata
Fernández. "Pero esta función parece que no la estamos haciendo bien, porque cuando
los niños se están volviendo adultos no saben verbalizar lo que les pasa,
expresarse o recibir consuelo. Eso es lo que está detrás de las
autolesiones", argumenta.
¿Cómo deben actuar los padres?
1.- "El primer
elemento para combatir las autolesiones es escuchar. No
hay que ignorar nunca las autolesiones. Si lo veo, tengo que hablar con mi hijo
de este tema"; aseguró, debido a que "el problema no es la
autolesión", sino que son "otras mil cosas" las que pueden estar
pasando. "Hay que ver qué está detrás, hay que mirarlo
frente a frente, sentarnos y tener una conversación serena y tranquila".
2.- El gran reto es enseñar a los niños a gestionar los sentimientos, con un primer paso: "Acompañar y legitimar las emociones", darles nombre y transmitir que "todas las emociones son legítimas: la rabia, la tristeza o la frustración son universales y todos nos podemos sentir así en algún momento".
3.- No restar importancia a los problemas del niño es otro de las advertencias a seguir; "Decir que no pasa nada es muy negativo. Desde nuestra visión adulta puede parecer que no tiene tanta importancia pero sí la tiene si el niño está pidiendo ayuda a su manera", explica.
5.- "En ningún caso regañar, todo lo contrario". Éste es otro de los puntos en los que la psicóloga hace hincapié. Esta práctica "no es un desafío en ningún caso, sino un mal manejo de su emoción y hay que valorar si necesita apoyo psicológico", relata. "Uno desde el no saber qué hacer, se puede enfadar, pero la actitud debe ser de cercanía, de preocupación.
Por ANA CABANILLAS
Más información útil
en: http://www.anar.org/
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