LA MENTIRA
Por Feli de
los Mozos.
Hoy quiero compartir con todos vosotros, seguidores
de mi blog, una reflexión que estoy compartiendo estos días con los alumnos de
las escuelas y colegios urbanos y rurales de Itatí y su departamento. Es sobre…
la mentira.
La mentira es
un pecado tan viejo como la humanidad. Ya en el libro del Génesis, a
continuación de la desobediencia de Adán y Eva a Dios, lo primero que aparece por
no querer asumir la responsabilidad de la decisión tomada, es una mentira: - “Yo
no he sido, no tengo nada que ver, no soy responsable; la culpable es Eva. Ella
me dio y comí”- dice Adán-. Y Eva repite la mentira: - “Yo no he sido, no tengo
nada que ver, no soy responsable; la culpable es la Serpiente (el demonio).
Ella me dio y comí”.
La mentira surge cuando no queremos cargar con las
consecuencias de algo, cuando queremos “zafar”, cuando no queremos que nos
descubran, cuando pensamos que vamos a obtener más ventaja con la mentira que
diciendo la verdad, cuando queremos ocultar una conducta reprensible… Y
mentimos, y mentimos, y mentimos. Algunos se auto-engañan llamando a algunas
mentiras “piadosas”. ¡Como si las mentiras rezaran! Y la mentira… es mentira, y
punto.
Existen tres
tipos de mentiras: dichas (palabras), hechas
(acciones) y vividas (que convierten
la vida en una mentira).
Para que en una persona exista coherencia, se debe dar
sintonía entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se vive. Cuando
estos tres aspectos no van de acuerdo, se da la mentira. Y la mentira nunca es buena ni beneficiosa. La mentira siempre nos perjudica.
Dios, que es bueno, no es un aguafiestas y quiere
nuestro bien, en el 8º Mandamiento dice: “No dirás falsos testimonios ni
mentirás”. Por lo tanto, si Dios quiere
mi felicidad y me pide que no mienta, es por mi bien.
Y es que la
mentira se vuelve en contra de quien miente, de palabra, de hecho, o con su
vida.
Quiero señalar dos
consecuencias de la mentira para que las tengas en cuenta. Casi 56 años de
vida y más de 28 de sacerdote me confirman lo que escribo:
1ª – CUANDO NOS DESCUBREN MINTIENDO, del tipo que sea la mentira, SE PIERDE LA CONFIANZA Y YA NO SE RECUPERA
MÁS. Podremos pedir perdón, podremos arrepentirnos y llevar una vida
intachable, pero UNA VEZ ROTA LA
CONFIANZA la persona engañada va a seguir dudando de nosotros, a no ser que
le agarre demencia senil, alzheimer, o pierda la memoria. Y eso no significa que no nos haya perdonado,
sino que sus propios procesos mentales van a hacer que se siga acordando.
2ª – NO
PODEMOS PREVEER LAS CONSECUENCIAS DE LA MENTIRA. Una mentira que empieza con un
interés definido puede terminar de la manera más imprevisible, incluso en una
tragedia. Para ilustrar esta afirmación, que sobran los ejemplos en la
realidad, voy a contar la historia de
Susy, tomada del uno de los libros de REFLEXIONES PARA EL ALMA, libros cuya
lectura recomiendo.
Susy, pensó que sus padres no le
darían permiso para ir a una fiesta con sus amigos, de manera que les dijo que
iría al cine con una compañera. Aunque se sintió un poco mal porque no les dijo
la verdad, tampoco le dio mucha importancia y se dispuso a divertirse.
La fiesta estuvo genial, Susy se
había divertido como nunca. Al terminar, su amigo Pedro, que había tomado
bebidas alcohólicas y algo de drogas, le propuso llevarla a su casa.
La joven se dio cuenta del estado
deplorable en que se encontraba su amigo pero, aún así, aceptó la invitación.
De repente, Pedro comenzó a propasarse. Éste no era el tipo de diversión que
ella pretendía y, en ese momento, pensó que sus padres tenían razón. Quizás era
demasiado joven para este tipo de fiestas.
Dándose cuenta que la situación
se estaba poniendo muy difícil, suplicó a Pedro que la llevara a su casa. Pero
éste, fuera de sí, aceleró su coche y empezó a conducir a toda velocidad. Susy,
asustada y desesperada le rogó que fuera más despacio, pero cuanto más le
suplicaba, él más aceleraba. De repente, vio un gran resplandor: - ¡Dios,
ayúdanos! ¡Vamos a chocar!
Ella recibió toda la fuerza del
impacto. Como en una nube, sintió que la sacaban del auto y oyó que decían: -
¡Llamen a la ambulancia! ¡Estos jóvenes están heridos!
Despertó en el hospital… Estaba
rodeada de médicos y enfermeras, que trataban por todos los medios de salvarle
la vida. Mientras le decían que el accidente había sido muy grave y había
tenido mucha suerte de estar viva, le comunicaron que su amigo Pedro había fallecido.
– ¿Y la gente del otro vehículo?–
preguntó Susy, con preocupación.
–Todos murieron-, fue la
respuesta.
Susy, le pidió a Dios, que la
perdonara. - “¡Solo quería divertirme!”,
repetía…
Dirigiéndose a una de las
enfermeras le preguntó por sus padres y por qué no estaban a su lado.
- Cuando vengan, dígales que
estoy arrepentida de haberles mentido y que me siento culpable por esta
tragedia.
La enfermera trató de calmarla,
sin decirle nada.
Una vez recuperada, la joven se
enteró que las personas que iban en el otro vehículo eran sus padres que habían
salido a buscarla.
Una simple o inocente mentira,
puede terminar en una tragedia. Después, todo se convierte en remordimientos y
una vida llena de dolor y culpabilidad.
«No
hay razones para mentir. La verdad nos hace libres. La mentira se convierte en
nuestra propia trampa. Una vez que entramos, no es tan fácil salir. Rompemos la
confianza que nos brindan nuestros seres más queridos. Y además, siempre tiene
consecuencias; muchas veces trágicas y siempre dolorosas.»
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