El hombre vela
Había
una vez un hombre llamado «vela», que cansado de las tinieblas que
rodeaban su existencia, se quiso abrir a la luz. Y esa era su ansia, su
deseo, su ambición: recibir luz.
Un
día «La Luz Verdadera que ilumina a todo hombre», llegó con su presencia
contagiosa y lo iluminó, lo encendió. Y vela se sintió feliz por
haber recibido la luz que vence las tinieblas y le da seguridad a los
corazones.
Muy pronto se dio cuenta de que haber
recibido la luz constituía no solo una alegría, sino también
una fuerte exigencia. Si, tomó conciencia de que, para que la luz
perdurara en él, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un
diario derretirse, de un permanente consumirse. Entonces, su alegría cobró una
dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al
servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.
A ratos pensaba que hubiera sido más
cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida
hubiera sido un estar ahí, tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no
alimentar más la llama, de dejar morir la luz, para no sentirse tan
molesto.
También se dio cuenta de que en el mundo
existen muchas corrientes de aire que buscan apagar la luz. Y a la
exigencia, que había aceptado, de alimentar la luz desde el interior se unió la
llamada más fuerte a defender la luz de ciertas corrientes que circulan por
el mundo.
Más
aún: su luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y alcanzó a darse
cuenta de que existen muchas velas apagadas: unas, porque nunca habían
tenido la oportunidad de recibir la luz; otras, por miedo a derretirse; las
demás, porque no pudieron defenderse de algunas corrientes de aire.
Y se preguntó muy preocupado: - « ¿Podré
yo encender otras velas? ». Y pensando, descubrió también su
vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, de
todas las características, tamaños y edades, para que hubiera mucha luz en el
mundo.
Cada día crecía su alegría y su
esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas de todas
partes: velas viejas, velas de hombres, velas de mujeres, velas jóvenes, velas
recién nacidas y, todas, bien encendidas.
Cuando presentía que se acercaba el
final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz,
identificándose con eso, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de
satisfacción en su rostro: - «¡Cristo está vivo en mí!».
Para la reflexión personal
1.
- ¿Me quiero abrir yo a La Luz?
2.
- ¿Qué pasos concretos doy para acercarme a la Llama de Jesús, «La Luz
Verdadera que ilumina a todo hombre»?
3.
- ¿Cómo alimento mi luz «desde el interior» para que «mi continuo derretirme»
sea gozoso?
4.
- ¿Cuáles son las «tentaciones» que me llevan a no querer alimentar más la
llama, para dejar morir la luz?
5.
- ¿Cuáles son «las corrientes externas de aire» que buscan apagar mi luz? ¿Cómo
defiendo esa luz?
6.
- ¿Mi luz me permite darme cuenta que hay muchas «velas apagadas» a mi
alrededor?
7.
- ¿He descubierto que puedo y debo ser «Apóstol de la Luz»?
8.
- ¿Qué aspectos de tu vida te dicen que eres luz para otros?
9.
- ¿Cuáles son los aspectos de tu vida más oscuros?
10.
- El análisis de tu vida familiar y grupal: ¿Da como resultado luz o tinieblas?
¿Por qué?
Muy buenas reflexiones para compartirlas en www.lalampara.com.ar les invito a pasar por mi web
ResponderEliminarGracias Javier. Me paso por tu página. Saludos
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