EL REY DISFRAZADO DE MENDIGO
Cuenta una historia, que un gran Rey queriendo saber cuan
hospitalarios y buenos eran sus súbditos, decidió un día disfrazarse de
mendigo, y se fue por los pueblos buscando hospedaje.
Tocó a la puerta de una casa pidiendo hospedaje, pero la señora,
que abrió la puerta, lo miró con desprecio, y le dijo: - "¡Aquí no se
reciben mendigos!". Y le cerró la puerta en las narices al rey.
El rey muy triste, anotó la dirección de aquella casa y siguió
su camino....
Llegó a una segunda casa y pidió una limosna y hospedaje.
Le dijeron que solo le podían dar la comida que sobró, que le
daban a los perros, y que lo podían hospedar allí precisamente, donde los
perros dormían...
El rey entró, muy humildemente, y recibió lo que le dieron...
Al día siguiente, anotó la dirección y se marchó...
Llego a un tercer hogar y pidió hospedaje de nuevo. Iba a pedir
una limosna también, pero no pudo. Apenas llegó, le abrieron las puertas de su
humilde casa, le sirvieron una cena muy sencilla, que compartió con todos a la
mesa. Como era de noche, le prepararon una sencilla pero muy limpia habitación,
para que pasara la noche... El Rey estaba feliz...
A la mañana siguiente, agradeció a la familia, anoto la dirección,
y se marchó de allí…
Dos días después, muy temprano, se levantó, se vistió de Rey y
salió con su carroza real a visitar las tres direcciones que los días
anteriores había visitado y tenía anotadas.
Llegó a la primera casa, ya vestido de Rey, y los miembros de esa
casa se alegraron y quisieron que entrara para colmarlo de atenciones, pero él
les dijo: - "Hace unos días vine disfrazado de mendigo y no quisieron
atenderme..., y me cerraron la puerta en la cara... Quedan ustedes expulsados
de mi reino".
Llego a la segunda casa, y al ver al Rey querían atenderlo, pero
él les dijo: - "Hace unos días vine disfrazado de mendigo y no me
ofrecieron más que las sobras y hospedaje junto a los perros... Por todo esto,
no esperen jamás un favor de mi parte".
Llego a la tercera casa, donde lo habían recibido con tanto
cariño y atenciones. El rey los abrazo y beso a todos, y les dijo:
- "Hace unos días vine vestido de mendigo y ustedes me
trataron como a un Rey, me dieron comida y un lugar limpio y cómodo para pasar
la noche... En recompensa por sus buenos corazones, usted, padre de familia,
queda elegido como Ministro del reino, y su esposa, será dama en la Corte. Y
sus niños serán educados gratuitamente junto con mis hijos en el Palacio Real".
Los que habían rechazado al rey disfrazado de mendigo, al ver
todo esto se lamentaban diciendo:
- "Ay, si hubiéramos reconocido al Rey; lo hubiéramos
tratado muy bien".
¿Cuántas
veces llega Jesús a tu vida bajo la forma de alguien que está pidiendo ayuda, y
lo dejas con las manos tendidas?
Jesús
está en todo hombre, pero en especial en aquellos que están más necesitados, y
se sirve de tus manos, para aliviar su dolor.
Pero
ten en cuenta también, que no solo es dar los bienes materiales, sino cómo los
das: ¿con indiferencia o con amor?
El
amor debe ser el motor para el buen trato a toda persona, con respeto a su
dignidad de hijo de Dios.
Jesús
dijo: "Todo el bien que han hecho a uno de mis hermanos más humildes, me
lo han hecho a Mi".
No
hagamos acepción, diferencia de personas. Delante de Dios TODOS somos iguales.
Pero lo olvidamos con frecuencia.
Nacemos
desnudos y nos vamos de este mundo sin nada. En algunos lugares entierran a la
gente cuando muere desnuda, envuelta en una simple sábana. Una buena forma de
recordar que la muerte nos vuelve a igualar a todos.
Ayudémonos
con verdadero amor fraterno, viviendo el mandamiento del amor al prójimo.
Dios
es fiel a sus promesas y jamás dejara sin recompensa los buenos actos de amor
que realizamos con los demás.
Y
no lo olvidemos nunca: Nosotros hacemos diferencias entre las personas, pero
para Dios… TODOS SOMOS IGUALES.