sábado, 25 de abril de 2015

EL MATRIMONIO POBRE


EL MATRIMONIO POBRE

       Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.

       Se acercaba el día de su aniversario de boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, sobre todo, ¿con qué dinero?


     Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo. Pero al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
     Ya imaginaba a su hombre en la plaza dando largas bocanadas a su pipa... con la solemnidad y el prestigio de un verdadero comerciante.

     Sólo obtuvo por su pelo unas pocas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. 
    El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.


       
       Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines que acababa de comprar para su mujer, tras vender su pipa.



Ojalá que cada noche, 
al mirarnos a los ojos,
nos podamos decir: 


“LO MEJOR QUE TENGO,

TODO LO QUE SOY, 
ES PARA TI: TE AMO”. 

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